«Hechos»

De los Apóstoles

Capítulo 16. HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Los Hechos de los Apóstoles son una fuente crucial para entender muchos eventos de los primeros años de la Iglesia. Sin embargo, hay un debate considerable entre los estudiosos sobre la precisión histórica de la imagen presentada en Hechos, tanto de la comunidad primitiva como de Pablo. Aunque el autor utiliza el pronombre "nosotros" para describir algunas experiencias de la vida del apóstol Pablo, aún no está claro quién está detrás de esa expresión y si podría ser simplemente una construcción literaria.

Por otro lado, los Hechos son una obra fundamental. Sin ellos, sería difícil esbozar siquiera los eventos iniciales del cristianismo. A través de esta narrativa, obtenemos valiosa información sobre cómo se desarrolló la Iglesia primitiva, las interacciones entre los primeros seguidores de Jesús y las comunidades que surgieron en ese contexto histórico.

1. Claves de lectura de los Hechos

El marco histórico en el que se desarrollan los acontecimientos está meticulosamente elaborado por el autor, y para deducir la verdad histórica es necesario recurrir continuamente a la crítica y comparar los datos con las cartas de Pablo, especialmente Gálatas.

* Los sumarios de la actividad de la Iglesia (2,44-47) presentan más bien ideales de lo que pudo haber sido.

* Los discursos atribuidos a los personajes no son transcripciones literales de lo que se dijo, sino interpretaciones del autor sobre lo que debió haberse dicho.

* El proceso de la misión paulina sigue un esquema definido: Pablo se dirige primero a los judíos en una ciudad, pero al ser rechazado, cambia su predicación hacia los gentiles.

* El autor presenta ideas sobre la evolución de la Iglesia que gobiernan el desarrollo de la obra. Destaca que la fe nace en Jerusalén y su camino lleva a Roma, el centro del cristianismo. El Espíritu Santo guía este progreso de la fe. Pedro y Pablo son considerados las columnas de la Iglesia, mientras que otros personajes importantes como Santiago, el hermano del Señor, reciben menos atención en comparación con su relevancia histórica.

* El autor enfatiza la unidad doctrinal entre los diversos grupos y representantes de la Iglesia, minimizando las diferencias teológicas entre Pedro, Pablo y los demás apóstoles. La separación del judaísmo por parte del cristianismo es presentada como involuntaria y no forma parte del plan divino de la salvación, atribuyendo la culpa a los judíos. Se destaca que el cristianismo no representa una amenaza para el Imperio romano, como se refleja en los discursos de Pablo durante su cautiverio hacia Roma. Diversas autoridades proclaman la inocencia de Pablo y, por ende, de la religión que predica.

2. Estructura y contenido. El problema de las dos clases de texto en los Hechos

Los Hechos presentan una estructura clara, delineada por Jesús mismo al indicar en 1,8 la progresión del Evangelio: "Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el extremo de la tierra".

I. La primera parte, que abarca los capítulos 1-5, se enfoca en la comunidad primitiva. Aquí, se destaca:

a) la preparación para la venida del Espíritu en Jerusalén y su efectiva llegada, marcando la expansión inicial de la Palabra.

b) un discurso inicial importante de Pedro (2,14-36) y la reacción a este.

c) un resumen (2,44-47) de la primera comunidad cristiana en Jerusalén.

d) la actividad de los apóstoles en la capital, que incluye la predicación, procesos y persecuciones.

II. La segunda parte, comprendida en los capítulos 6-12, aborda la ampliación de la comunidad primitiva. Se discuten los siguientes temas:

* La expansión de la Iglesia en Judea y Samaría; la división dentro de la comunidad entre los "helenistas" y los "hebreos"; el proceso y martirio de Esteban (6,1-8,1); la dispersión desde Jerusalén, destacando la misión de Felipe en Samaría (8,2-4); la conversión de Saulo (9,1-20) y los inicios de la misión hacia el mundo pagano (9,32-12,23); la misión de Pedro, que marca el inicio de la predicación a los gentiles y su inclusión en la Iglesia (9,32-11,18).

* Es el Espíritu Santo quien ordena esta misión y elimina la principal barrera para la conversión de los gentiles: las leyes sobre alimentos puros e impuros (cap. 10). Sorprendentemente, el impulsor de esta tarea no es la Iglesia madre de Jerusalén (en Pentecostés se anunció la llegada del Mesías Jesús solo a judíos de la Diáspora), ni Pablo, ¡sino Pedro!; por último, se relata la predicación fuera de Palestina, incluyendo la comunidad cristiana de Antioquía (11,19-30) y la persecución de los cristianos por parte de Herodes Agripa I (12,1-24).

III. La tercera parte, abarcando los capítulos 13-28, se centra en la expansión ulterior de la misión hasta los confines de la tierra. Esta parte se divide a su vez en dos secciones diferenciadas:

a) La primera sección describe la misión de Pablo tanto a judíos como a gentiles. Se pueden distinguir los siguientes apartados: el "primer viaje misionero" (13-14), que incluye la elección y misión de Bernabé y Saulo en Antioquía (13,1-3), la misión en Chipre (13,4-12) y en Asia Menor, con la predicación en diversas ciudades y el regreso a Antioquía (13,13-14,28).

Luego se presenta el "concilio de Jerusalén", donde Bernabé y Pablo nuevamente trabajan juntos y se plantea la pregunta clave sobre la salvación de los gentiles convertidos: ¿deben adoptar el judaísmo en su totalidad, incluyendo la circuncisión y la observancia de toda la Ley? El concilio responde negativamente y aprueba los planes de Pablo de llevar la misión a los paganos sin requerir la circuncisión (15,1-33).

Sin embargo, se imponen algunas normas mínimas a los recién convertidos, como la observancia de las leyes de Noé. Después de este episodio fundamental, se relata el "segundo viaje misionero", desde Antioquía hasta Grecia (15,36-18,22), que confirma aún más la orientación de la misión de Pablo hacia los gentiles.

Finalmente, se presenta el "tercer viaje misionero" (18,23-21,15), que concluye con la decisión extraña de Pablo de dirigirse a Jerusalén antes de emprender el viaje definitivo hacia Roma e Hispania.

b) La segunda sección se enfoca en la estancia y detención de Pablo en Jerusalén, su prisión y procesos en Cesarea (21,16-26,32), frente a dos procuradores romanos y el rey Herodes Agripa I, junto con su apelación fundamental al César. Estos personajes importantes declaran la inocencia de Pablo y sugieren que el proceso debería ser detenido, lo que indica que el Imperio romano no tiene nada que temer de la nueva religión.

Luego se narra el viaje de Pablo a Roma (27,1-28,13) y su estancia en la capital del mundo (28,14-31), marcando así la culminación del proceso de llevar la Buena Nueva desde Jerusalén hasta el corazón del Imperio. El autor no continúa su narración ni menciona la muerte de Pablo.

La omisión puede deberse probablemente a que el autor considera que la muerte de su héroe ocurrió a manos del emperador Nerón, y describirla podría estropear el efecto apologético que busca toda su obra: mostrar que el cristianismo llega en paz a Roma, se difunde con libertad y no representa ningún peligro para el Imperio.

En los Hechos nos encontramos con un problema literario, filológico y teológico de cierta envergadura, pues esta obra se nos ha transmitido en dos tipos de texto, o "recensiones", con serias divergencias entre sí. En otras palabras, hay otro texto igualmente antiguo pero ligeramente distinto. La pregunta fundamental es: ¿cuál de los dos es el original?

En los Hechos nos encontramos con un problema literario, filológico y teológico de cierta envergadura, pues esta obra se nos ha transmitido en dos tipos de texto, o "recensiones", con serias divergencias entre sí. En otras palabras, hay otro texto igualmente antiguo pero ligeramente distinto. La pregunta fundamental es: ¿cuál de los dos es el original?

a) El primero es el llamado texto egipcio, representado por los códices Vaticano, Sinaítico, Alejandrino y por los papiros P45 y P74. Es el normalmente impreso en las ediciones en griego del Nuevo Testamento y el utilizado como base de las traducciones al uso en las Biblias modernas.

b) El segundo es denominado extrañamente texto "occidental", y está representado por el Códice Beza, nombrado así porque su propietario era Teodoro de Beza, sucesor de Juan Calvino en Ginebra. Lo importante de este último manuscrito —que procede probablemente del norte de África— es que presenta notables omisiones, pero sobre todo más que notables añadiduras, hasta llegar a ser su texto un diez por ciento más amplio que el normalmente aceptado e impreso.

Por otro lado, su tendencia teológica, deducible por un análisis de sus añadidos y omisiones, se revela como distinta respecto a la recensión egipcia. El texto "occidental" da la impresión, en muchos casos, de ser una corrección bien planeada por algún editor posterior, pues elimina contradicciones (contrástense ambos textos con la ayuda del "aparato crítico" de una edición del Nuevo Testamento en griego, por ejemplo, en 15,32 y 15,40), une elementos inconexos (compárese la redacción de ambos textos en 16,35) y corrige errores geográficos (3,11 respecto a 3,2: "Puerta hermosa / Pórtico de Salomón").

Además, cuando se une el texto de los Hechos a la primera parte de la obra, el Evangelio, enseguida se cae en la cuenta de que esta última sección, la evangélica, contiene un texto secundario y un tanto corrupto, pues el tenor del texto lucano aparece arreglado de modo que sea semejante al de los otros dos evangelistas sinópticos.

La discusión entre los estudiosos sobre cuál de las dos recensiones se parece más al original que salió de la pluma de Lucas es interminable, porque la más expansiva, la "occidental", y por tanto sospechosa de ser secundaria, es decir, de haber añadido elementos por su cuenta, tiene lecturas variantes que parecen muy antiguas, y en algunos casos originales.

La elección entre estos dos tipos de texto es un problema literario y teológico aún no plenamente resuelto. ¿Hizo Lucas dos ediciones de su segundo libro? ¿Hubo un editor posterior que retocó un original hoy perdido? Éstas son preguntas sin respuestas convincentes. Por lo general, una notable mayoría se inclina por creer que en conjunto el texto egipcio (Códice Vaticano, el usualmente impreso y traducido), breve, es más de fiar, y que el "occidental" es secundario en general porque expande y retoca.

De cualquier modo, estas variaciones en el texto recibido de los Hechos tienen su explicación en la historia de este libro dentro del canon del Nuevo Testamento. El que los Hechos fueran declarados canónicos o sagrados después y aparte del Evangelio hizo con seguridad que su texto quedara desprotegido y más expuesto a alteraciones y enmiendas.

3. Propósito de los Hechos de los apóstoles. Sus intereses teológicos

* La cristología de los Hechos presenta una interesante evolución. Mientras que al principio del Evangelio de Lucas, el ángel de la anunciación indica claramente a María que lo nacido de ella es «Hijo del Altísimo», pues el «poder de éste» lo engendrará de modo directo sin concurso de varón (1,32-35), mostrando a Jesús como hijo por esencia de Dios desde su concepción misma, los primeros capítulos de los Hechos presentan una cristología más arcaica de tonos claramente «adopcionistas» y «subordinacionistas».

En estos capítulos, Jesús es adoptado como hijo de Dios y mesías solo después de su resurrección, no antes (13,30.33-38: a partir de la resurrección Jesús es hijo de Dios según el Sal 2,7), y como tal hijo está subordinado al Padre. El sujeto del acto salvador es Dios, y Jesús es meramente su instrumento (2,22-24; 2,36; 13,33). No se presenta a Jesús como Dios por generación y esencia; más bien se excluye, pues es Dios quien lo resucita y lo unge con el Espíritu.

Esta cristología de los Hechos no se interesa aún por la vida y predicación de Jesús (al igual que Pablo: estamos en los comienzos), insiste en que los milagros conducen a la fe y en que la obra de Jesús como mesías ha sido anunciada por los profetas en las Escrituras que todos aceptan.

La contradicción entre estas perspectivas cristológicas es patente y en apariencia inconciliable, pero podría quizás aclararse si se considera que Lucas, como historiador, respeta sus fuentes y presenta diversos estadios de la evolución de la teología cristiana. Los primeros momentos están representados en los discursos puestos en boca de Pedro en los capítulos 2 y 3 de los Hechos, y en la de Pablo en el capítulo 13.

Esta cristología corresponde a los principios, a los años treinta y cuarenta del siglo I, y es la más arcaica porque aún no ha evolucionado hasta considerar claramente a Jesús como Dios. Es norma aceptada entre los estudiosos considerar lo menos evolucionado como lo más antiguo. Por otro lado, la cristología de los relatos de la infancia de Jesús, que lo presentan como hijo de Dios real y desde su concepción, corresponde a la de los años ochenta o noventa cuando se compone el Evangelio.

Esta diversidad de perspectivas, recogidas honestamente por Lucas aun a riesgo de prestarse a confusión, ayudan mucho al historiador de hoy para formarse una idea de la evolución de la cristología en el siglo I, o de la coexistencia de diversas cristologías en el seno de una Iglesia cuya teología se desarrolla a buena velocidad en ese siglo.

* Los propósitos y motivaciones de Lucas en la segunda parte de su obra emergen al examinar detenidamente tanto el contenido narrativo como el tono de sus resúmenes, su método de composición literaria y los cambios que introduce con respecto a posibles materiales anteriores. Un caso ilustrativo que arroja luz sobre esto es la historia de Cornelio (Hechos 10), que podría haber comenzado como una breve narración de la conversión de un pagano.

Al analizar cómo la relata Lucas, podemos inferir la importancia que le atribuye: probablemente añade a su fuente original una visión en la que Dios revela un cambio fundamental en la ley de Moisés (Hechos 10,9 y ss.). Como remate, también incluye la justificación de Pedro ante las autoridades de la Iglesia de Jerusalén sobre lo sucedido con Cornelio. Si esta hipótesis es correcta, podría sugerirse, por ejemplo, cuán significativa es para Lucas no solo la mera conversión de los gentiles, sino también la idea de que es legítima y crucial la misión hacia ellos sin imponerles la total observancia de la ley judía, así como su profundo interés en resaltar el papel desempeñado por Pedro (no solo por Pablo) en este proceso.

En líneas generales, los Hechos tienen varios objetivos:

Primero, demostrar históricamente, mediante la narración de los eventos posteriores a la muerte de Jesús, la veracidad del cristianismo. Es crucial que estos acontecimientos no queden ocultos "en un rincón" (Hechos 26,26), ya que lo que comenzó como un pequeño grupo judío de ciento veinte personas (Hechos 1,15) va ganando solidez: los conversos son numerosos (Hechos 2,41; 4,4; 6,7, etc.), personas de importancia se convierten al cristianismo o muestran respeto por la nueva religión (Hechos 10,1 y ss.; 13,7; 18,12 y ss.; 22,25 y ss.; 25,1 y ss.), entre otros aspectos.

Segundo, proporcionar a su comunidad y a la Iglesia entera una idea clara de sí misma. En el marco de la historia de la salvación, la Iglesia es el verdadero pueblo de Dios y la continuación legítima del judaísmo. De este modo, al describir la vida de la Iglesia primitiva en los Hechos y situar este libro como la segunda parte del Evangelio, Lucas indica que los cristianos, al contemplar la historia de la Iglesia, comprenden cuáles son sus orígenes, su función en el mundo y qué testimonio han de dar de Jesús.

Tercero, en otro plano, Lucas intenta mostrar que la vida de los apóstoles, especialmente la de Pedro y Pablo, sirve de fundamento y modelo a sus lectores sobre cómo actuar y cómo dejarse conducir por el Espíritu. Sin embargo, al mismo tiempo, no deben olvidarse de que el primer modelo es Jesús, quien vivió guiado por el poder de ese Espíritu. Para Lucas, Jesús es el primer cristiano, cuya vida sirve de pauta a sus seguidores. Y precisamente por serlo, no puede haber diferencia alguna para Lucas entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe.

Cuarto, presentar una imagen igualitaria y uniformada de las diversas tendencias teológicas que se manifestaban en los diferentes grupos cristianos. Según Lucas, no hay divergencias notables; es necesario evitar la imagen de confrontación entre los judeocristianos y las comunidades paulinas. Para ello, dibujará por una parte a un Pablo no tan innovador en lo teológico, que se proclama fariseo, que admite para los judeocristianos la necesidad de cumplir la ley de Moisés y que sirve de imagen señera de esa concordia. Por otra parte, presenta a un Pedro que es el primer impulsor y defensor de la misión a los paganos. El tema de la función salvadora de la ley de Moisés, que había enfrentado al evangelista Mateo con la doctrina de Pablo, nos sirve muy bien para ilustrar este cuarto motivo.

El lector debe tener en mente lo expuesto en el capítulo anterior respecto a la postura del Evangelio de Lucas sobre la ley de Moisés. En los Hechos, especialmente en el capítulo 15, Lucas parece concebir dos vías de acceso a la salvación en Jesús: una para la Iglesia madre de Jerusalén y para aquellos que eran judíos de corazón, para quienes seguía siendo obligatoria la ley de Moisés para su salvación y debían observarla entera. La otra vía es para los paganos, reflejada en el episodio de Cornelio (Hechos 10). Para ellos, la ley mosaica no tenía validez como camino de salvación; no era preciso que la cumplieran entera.

El relato completo lucano, que abarca tanto el Evangelio como los Hechos, parece tener el propósito de tender un puente entre dos concepciones contrapuestas del cristianismo: el "evangelio" de la circuncisión (judeocristianos) y el de los incircuncisos (cristianos conversos del paganismo). El autor interviene para conciliar estas dos "versiones" del cristianismo afirmando la validez de ambas opciones, al mismo tiempo que defiende la unidad de la Iglesia en la que conviven ambas tendencias. Ni en su origen, ni en sus doctrinas fundamentales, ni en el comportamiento de sus comunidades, los grupos paulinos son vistos como peligrosos por Lucas. Más bien, siguen los pasos de misioneros tan judíos como Pablo y Bernabé.

Según Lucas, Pedro, quien representa a los judeocristianos, enfrenta reticencias y ciertos ataques de miembros de la Iglesia de Jerusalén debido a su acercamiento a los gentiles, como lo evidencia su participación en comidas con ellos. Sin embargo, todos los apóstoles respaldan la proclamación del evangelio tanto a los samaritanos (Hechos 8,4) como a los gentiles (Hechos 11,22 y ss.). Por otro lado, Pablo, conocido por su predicación entre los paganos y por su postura sobre la ley de Moisés como vía de salvación, es presentado por Lucas como un observante de la Ley (Hechos 22,12) y un predicador entre los judíos (Hechos 13,43; 14,1 y ss.).

Los Hechos tienden a destacar la faceta de Pablo como judío y a minimizar el escándalo de sus enseñanzas revolucionarias. Los discursos de Pedro y Pablo en los Hechos siguen los mismos patrones. Esta visión lucana, completamente sincretista y pacifista, es en esencia tan incompatible con el evangelio paulino de la salvación solo por la fe como la perspectiva de Mateo, pero tuvo un gran impacto y aceptación.

Quinto, gracias a la dirección providencial de Dios en la historia, este nuevo "evangelio" se extiende desde Jerusalén hasta Roma, conquistando el mundo. Finalmente, es reconocido como una nueva religión, auténtica, políticamente saludable e inocua, de la cual el Imperio romano no tiene nada que temer. Una vez que el cristianismo ha traspasado las fronteras de Judea, se convierte en una doctrina que no plantea problemas de repercusión política en el ámbito humano.

Tras el fracaso de la rebelión judía contra Roma (66-70 d.C.), Lucas se esfuerza por dejar claro que el "nuevo judaísmo", el verdadero Israel, la Iglesia, representa unas tradiciones religiosas que no son hostiles hacia los romanos. El Reino que Jesús anunció y que continúan sus seguidores no supone una amenaza para el Imperio. Esta nueva visión del judaísmo incluso es protegida por la imparcialidad de los magistrados frente a las intrigas y la injusticia de los judíos.

4. Autor, fecha, lugar de composición

Por lo expuesto anteriormente, es evidente que Lucas y los Hechos surgen en un contexto de tradición paulina y están dedicados a exponer y defender el paso del "evangelio" judeocristiano, que mira hacia atrás hacia el Jesús judío, hacia otro que incluye plenamente a los gentiles en el marco del Imperio romano. Al mismo tiempo, los Hechos representan un esfuerzo de la tradición paulina por no distanciarse demasiado de los demás, por formar parte de un conjunto con las iglesias más judías procedentes de Jerusalén y Antioquía. Por esta razón, la tradición de la Iglesia primitiva identifica a un compañero de Pablo, específicamente al médico Lucas (Colosenses 4,14; 2 Timoteo 4,11; Filemón 24), como el autor del tercer evangelio y de los Hechos. Desde hace mucho tiempo, las secciones de Hechos que emplean el pronombre "nosotros" han respaldado esta opinión.

Sin embargo, la mayoría de los estudiosos durante décadas no están de acuerdo con esta tesis de la tradición eclesiástica. Consideran improbable que Lucas haya sido compañero de viaje de Pablo. El autor sería otro diferente, y estas son las razones:

a) Las diferencias notables entre la imagen y la teología de Pablo que se encuentran en los Hechos (por ejemplo, la omisión de la apasionada lucha de Pablo por defender su teoría de que la salvación viene solo por la fe, como se explica en las cartas de Pablo).

b) Las contradicciones entre los Hechos y la epístola de Gálatas. El autor de Lucas-Hechos parece no tener conocimiento o ignora deliberadamente la correspondencia de Pablo y su gran influencia en las iglesias.

c) Lucas rara vez otorga a Pablo el título de "apóstol" que él mismo reclama con pasión.

Estos argumentos han llevado a muchos estudiosos a cuestionar el punto de vista tradicional. Esta perspectiva crítica parece justificada, y consideramos que el autor de los Hechos es desconocido para nosotros. Podría haber sido un judeocristiano muy helenizado, o incluso un pagano cercano al judaísmo, es decir, un prosélito o convertido a la religión judía. Una opinión intermedia sugiere que los pasajes que utilizan el pronombre "nosotros" podrían provenir de un verdadero compañero de Pablo, pero que este no estuvo con el Apóstol durante los años cruciales entre el 50 y el 58, justo cuando escribió las principales cartas que nos han llegado. En este caso, no sería imposible que un personaje secundario del círculo de Pablo escribiera los Hechos varias décadas después de la muerte del Apóstol, desconociendo algunos detalles de su vida y simplificando o reformulando otros. De cualquier manera, incluso en esta opinión, el autor no sería simplemente un historiador, sino un teólogo que reconsideró la figura de su héroe, Pablo, cuya vida describe parcialmente.

En cuanto al lugar de composición, se han sugerido varias localidades: Roma (aunque improbable, dado que el autor parece no conocer la tradición sobre la estancia de Pedro allí), alguna región de Asia Menor (¿quizás Antioquía?) o Grecia. Sin embargo, esta cuestión es irresoluble y, además, de poca importancia para comprender la obra.

La fecha de composición solo puede deducirse indirectamente: Lucas-Hechos es posterior al Evangelio de Marcos, que utiliza como fuente, probablemente anterior al Evangelio de Juan (del cual parece tener conocimiento), y ciertamente anterior a la Epístola de los Apóstoles, un apócrifo del siglo II que cita a los Hechos. Con estos datos, se cree que la obra completa debió estar finalizada a más tardar hacia el año 90 d.C.

Los destinatarios de esta obra probablemente fueron lectores ya cristianos, a quienes el autor deseaba afirmar en su fe mediante una interpretación, en su opinión, correcta de la historia. Para el autor, solo existe un Israel, aquel que ha recibido la salvación a través de Jesús. Según su esquema de la historia de la salvación, hay un plan divino que demuestra que el cristianismo es la culminación del judaísmo.

El "otro Israel" es puramente físico y se ha apartado de la salud espiritual debido a su obstinación: en el nuevo sistema, la Ley sigue siendo relevante para los judíos, y los gentiles deben observar las leyes noáquicas, es decir, externamente, parecen ser bastante judíos. No se puede exigir más...

No hay indicios de que los lectores hayan roto definitivamente con la Sinagoga, por lo que las reuniones cristianas no necesariamente excluyen las sinagogales. Los verdaderos enemigos son las divisiones internas entre los cristianos y una falta de comprensión de lo que fue y es la fe, que ha sido única e igual desde el principio.

5. ¿Qué valor histórico tienen los Hechos? Lucas como historiador

La respuesta a esta cuestión es una tarea que puede emprender el lector mismo, combinando elementos de lo expuesto hasta ahora. Por un lado, se observa que Lucas muestra en múltiples ocasiones fidelidad a sus fuentes, llegando incluso a incurrir en contradicciones. Por ejemplo, en lo concerniente a la fecha y lugar de la resurrección y sepultura de Jesús, se encuentran discrepancias entre los pasajes de Lucas 24,50-53 y Hechos 1,3-11. Muchos comentaristas sostienen que Lucas sigue fuentes distintas en cada una de las partes de su obra. Este fenómeno no parece ser resultado de un descuido, sino más bien de un uso riguroso de material previo por parte de Lucas.

Asimismo, se percibe que Lucas sigue con mayor fidelidad que Mateo el orden de la fuente comúnmente conocida como «Q», la cual ambos evangelistas comparten, mientras que Mateo la reorganiza más según su conveniencia. Este contraste en el manejo de las fuentes revela diferencias significativas en los métodos y propósitos de estos escritores del evangelio.

Por otro lado, algunos notables desvíos de lo que podríamos considerar como realidad histórica suscitan cierto escepticismo en el lector respecto a la fiabilidad de Lucas, tanto en el Evangelio como en los Hechos.

En cuanto al Evangelio, es relevante recordar:

a) La discrepancia entre los capítulos 1-2, conocidos como el "evangelio de la infancia", y el relato de Mateo.

b) La significativa reelaboración por parte de Lucas de la figura de Juan el Bautista. El desenlace de este personaje (Marcos 6,14) se presenta de forma concisa en Lucas 3,19 y se traslada al inicio de la narrativa sobre la vida de Jesús. El bautismo de Jesús se menciona de manera breve después del relato sobre la muerte de Juan, eliminando Lucas cualquier conexión explícita entre este acto de purificación y Juan.

c) El extenso viaje hacia Jerusalén, en la conocida como "gran intercalación" de Lucas 9,51-18,14, se revela como una construcción literaria, aunque el autor parezca llenar las lagunas de los otros evangelios con detalles verídicos.

d) La omisión deliberada de Galilea en todas las historias pascuales, enfocando exclusivamente en Jerusalén, lo cual obedece al interés teológico de resaltar el papel central de la capital como epicentro del Evangelio.

Entre los errores históricos concretos y más notables en los Hechos se pueden mencionar:

* El relato de un viaje de Pablo a Jerusalén después de su "conversión", contradiciendo a lo mencionado en Gálatas 1,17.

* Un segundo viaje a la capital antes del llamado "concilio" de Jerusalén (Hechos 11,29ss; 12,25), lo cual contradice lo relatado en Gálatas 1,17-21 y 2,1.

* La discrepancia entre Hechos 15,7-21 y Gálatas 2,15ss, donde este último texto atribuye a Pablo la defensa de la expansión de la actividad misionera hacia los gentiles, no a Pedro y Santiago.

* La contradicción entre Gálatas 2,6-9 y Hechos 15,23-29 respecto a las normas a imponer a los conversos gentiles, ya que Pablo no menciona tales reglas entre sus seguidores.

Además, Lucas parece ignorar aspectos fundamentales de la teología de su supuesto mentor, Pablo, al presentarlo como un riguroso fariseo (Hechos 23,6), sin hacer referencia explícita a sus cartas y a la teología que en ellas se expresa, especialmente en lo referente a la "justificación por la fe".

Estas observaciones inducen a un cierto escepticismo sobre el valor histórico de partes, al menos, de la obra lucana. Lo que más pesa en contra de la objetividad de Lucas en sus obras "Lucas" y "Hechos" es la mencionada falta de referencias a la actividad del Apóstol como autor de textos fundamentales para el desarrollo del cristianismo, escritos que tuvieron mucha difusión y generaron polémica.

Muchos investigadores se sorprenden de que Lucas dibuje una imagen de Pablo que se asemeje más al ideal misionero de los adversarios del Apóstol en 2 Corintios que a lo descrito por Pablo mismo. Además, opinan que la teología "paulina" del Pablo de Hechos no concuerda con la verdadera teología de Pablo.

Otros destacan cómo Lucas distorsiona la presentación de los personajes y la trama interna de la historia, aunque sea fiel en los detalles pequeños. Precisamente esta fidelidad pretendida en lo mínimo, según dicen, le autoriza a manipular lo importante. Parece razonable dudar al menos sobre la veracidad histórica de Lucas en sus obras "Lucas" y "Hechos".

Se puede pensar que Lucas, como escritor de la tercera generación cristiana, no es solo un historiador sino un apologeta y propagandista de su religión, el defensor de una fe ya consolidada que abraza con toda convicción. La tendencia de Lucas a mostrar la historia de la Iglesia en la mejor de las luces posibles le lleva a dibujar en su obra un cuadro casi idílico, una "edad dorada de la Iglesia" en la que no hay fricciones notables dentro del cristianismo primitivo.

Incluso las dos "facciones" de la Iglesia, herederas de hebraístas y helenistas, llegan sin problemas a un acuerdo en lo fundamental en el "concilio de Jerusalén" y sus diferencias eran más bien sociales, como los problemas respecto al cuidado de las viudas (Hechos 6,1). Todos estos rasgos contienen mucho de valoración subjetiva, voluntariosa y cándida que tiñe la exposición objetiva de los hechos.

Philip Vielhauer comenta críticamente que Lucas al obrar así no cumple con los condicionantes exigidos por la historiografía antigua, ya que muestra claramente unas tendencias que son más propias del teólogo que del historiador. Según Vielhauer, "Lucas no puede compararse a Flavio Josefo, a Plutarco, Suetonio e incumple las normas de Luciano sobre cómo escribir historia" (Historia, 395).

Otros investigadores, sin embargo, ensalzan en diversos estudios detalles de los Hechos que revelan gran exactitud histórica. Insisten en que no debe medirse a Lucas con el rasero de la historiografía moderna, y se indica que los presuntos errores se deben sobre todo a que Lucas es un historiador que sintetiza en su obra un gran lapso de tiempo, por lo que ha de ser muy selectivo cronológica y geográficamente. Es decir, ha de elegir qué hechos decide contar y los ámbitos o ciudades que, según él, desempeñaron un papel importante, mientras que omite otros datos.

He aquí el juicio conclusivo sobre el valor histórico ambivalente de la obra de Lucas de un estudioso que intenta representar un sentir también difundido en la investigación de hoy:

"Dado que no era un testigo ocular de lo que narra y de que es muy selectivo, el autor de los Hechos alcanza cotas altas de exactitud histórica en las diferentes secciones de su libro. Aunque el autor escribió más en un estilo bíblico que en el clásico de los historiadores, no es absurdo pensar que podría haber sido un candidato apropiado a miembro de la fraternidad de los historiadores helenísticos, aunque nunca sería elegido presidente de la sociedad.

De cualquier modo, al evaluar a Lucas como historiador es digno de recordarse que el autor nunca llamó evangelio a su Evangelio y nunca denominó a sus Hechos historia. Pensó que ambos eran una diégesis, 'narración'. En los Hechos tal narración tiene el fin primario de proporcionar seguridad a los creyentes (Lucas 1,4) y fortalecer su perspectiva teológica. Por ello, cualquier tipo de historia que se nos haya conservado en los Hechos está puesta al servicio de la teología y de la predicación pastoral" (Brown, 429).